viernes, 9 de diciembre de 2011

Qué pendejo aquel hombre que deja escapar algo que nunca quiso irse de su vida: como aquella paloma que crió desde pichona, como aquel perro que fue su fiel amigo, como aquella hermosa mujer que corrió de su vida.

Dejó sus manos vacías, ni el viento entraba en ellas, rasgadas, usadas. Manos con restos de plumas, quizás pelos o trazos de piel.

Disculpe, ¿desea tomar mi mano?